Pablo Noguera Aledo. Cavaillón –Vaucluse. Francia.
¿Cómo y cuándo fue consciente de su vocación?
Es difícil precisar el momento exacto, cuando tienes conciencia de que la inquietud comienza en la mas tierna infancia. En algún momento he llegado a decir que desde el vientre de mi madre.
Por gracia de Dios, me he sentido parte de la comunidad parroquial desde siempre. De niño era monaguillo, y desde entonces siempre he pertenecido a movimientos parroquiales, y he sentido el buen ánimo compartiendo con los sacerdotes y su estilo de vida abnegado y de gran entrega a los demás con la liturgia, la vida de fe y el acompañamiento a tantas personas necesitadas de cualquier índole, no siempre a creyentes; una vida, en definitiva, que siempre me atrajo.
Quizás el aguijón de mi vocación a la vida consagrada como religioso franciscano de cruz blanca, instituto religioso al que pertenezco desde hace 40 años, lo descubriera a través de un enfermo con la apariencia de un crucificado, y este fuera el camino emprendido que bastante tiempo después desembocaría en esa otra llamada no olvidada al sacerdocio. Dios “condujo mi vida”, en una larga conversación que duró años, llamándome a otros ministerios de servicio a la Iglesia a través de mis superiores, cerca de quien fuera arzobispo de Sevilla, el cardenal Carlos Amigo Vallejo, que perduraría hasta su muerte.
Dios siempre llega puntual, solía decir fray Carlos, y sentí su voz: ¡Ahora!. Creo que fray Carlos intercedió y me dio el empujón. Siempre estuve convencido que no es ni pronto ni tarde. Es el tiempo de Dios.
¿Cuáles son los pilares de su fe?
Los pilares de mi fe son: Dios, sobre todo, manifestado en Jesucristo, su Palabra, animado por el Espíritu Santo, y al ejemplo de María, la Santísima Virgen. No puedo olvidar a mis padres Francisco y Josefa (matrimonio ejemplar), que siguen siendo cátedra permanente donde aprendí el esfuerzo, la disciplina, la entrega y el amor a la familia. Sí, son pilares de mi fe, pues ellos me llevaron al Bautismo, y me educaron con sencillez en el camino del Evangelio. Después en un momento determinado de mi vida el hermano Isidoro Lezcano Guerra, superior general de los hermanos franciscanos de cruz blanca, modelo de creyente y entrega a los más pobres. A partir de los 20 años, fray Carlos Amigo Vallejo, de quien siempre digo que fue pastor, padre y hermano. Son pilares porque de ellos aprendí a ser creyente y lo que esto comportaba, conocer al Señor en la Palabra y entregarse a los demás, especialmente a los más necesitados.
¿Como vive la fe en la cotidianidad?
La fe la tengo que vivir, y así quiero vivirla como un creyente y con las consecuencias que esto trae. Para mantenernos fuertes físicamente hablando, hemos de alimentarnos equilibradamente, hacer ejercicio, evitando los excesos que te llevan al desorden de la salud. Pues en la fe, en el plano espiritual, ocurre un tanto igual, para estar sanos, fuertes, en forma para correr la carrera o combate del que habla san Pablo, hasta la meta. Intento vivir desde la Palabra de Dios, reglada para quienes estamos consagrados, en las horas litúrgicas, y sobre todo en la celebración de la Eucaristía, y la oración personal. La lectio divina y la lectura espiritual. Intentando envolver todo desde la fe e iluminar todos los momentos de mi vida con la luz de Cristo Resucitado. Es llevar ese traje puesto siempre y allá donde nos movamos.
“El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”, escribió el Santo Cura de Ars. ¿Qué supone ser sacerdote en la actualidad?
Lo mismo que en tiempo del santo Cura de Ars. No ha perdido actualidad esta expresión de lo que supone ser sacerdote hoy. El corazón de Cristo es el mismo, y desde el cual debe actuar el sacerdote. El sacerdote se ha de configurar tanto con Cristo que todos los gestos han de ser los del mismo Cristo. Ser sacerdote hoy supone actualizar el mandamiento nuevo de Jesucristo, siguiendo las indicaciones y al estilo que la propia Virgen dijo en las bodas de Caná: “Haced lo que el mismo Jesús os diga”.
Descubrir los nuevos areópagos en los que hay que emplear nuevos métodos para hacerlo con el mismo estilo, gestos y palabras de Jesús, que es imperecedero, anunciar la Buena Nueva.


“Enamorarse” de Jesús, es un proceso. Nadie puede querer aquello que desconoce. La Eucaristía es un sacramento, y para acceder a ella hay que iniciarse en ella, si se es adulto, en la llamada catequesis de iniciación cristiana; y si se es pequeño, hay que trabajar con los padres, para que sean los modelos que acerquen a tan celestial misterio. Para propiciar que otros se acerquen a la Eucaristía, quienes “creemos”, tenemos que tratar más con el Señor, abandonarse a él, ponerse en sus manos, y este ejemplo empujará a las almas a adquirir una honda, fuerte y serena piedad que llevará a la contemplación de la esencialidad de nuestra fe: La Eucaristía.
El sacerdote tiene que ser ministro auténtico, no solo válido, que por su celo atraiga al Señor en la Eucaristía. Nadie como él puede hacerlo. Siempre se ha dicho que puede más el testigo que el maestro: Ser testigos de la Eucaristía es la mejor forma de propiciar la piedad de todos: fieles y ministros.
¿Dónde ha ejercido su pastoral? ¿Qué aspecto destacaría de su servicio en esos lugares? ¿Qué dimensión se ha fortalecido o ha redescubierto?
En las parroquias Santa María Magdalena, de Arahal; de las Santas Justa y Rufina, en Triana, con mayor presencia durante dos años, y en la de San Martín de Tours, de Bollullos de la Mitación. También dos años en la Pastoral de Enfermos y en la Pastoral Penitenciaria como voluntario del Centro penitenciario Sevilla I y ocasionalmente en Sevilla II- Morón de la Frontera. Son muchos los aspectos a destacar de esta Pastoral, en los tres tipos de pastoral hay un denominador común: personas a las que servir y acompañar en el camino del Evangelio. Hablar de Jesús como el Salvador. La dimensión que se ha fortalecido es la de vivir la comunidad, la familia. La fe no puede vivirse sino es en comunidad. (Pueblo de Dios, al que pertenecemos todos)
¿Qué supone este paso al diaconado en el camino de formación?
Es un paso imprescindible, en la disciplina para acceder gradualmente al sacerdocio, pero que debe cimentar a este último. El diaconado más que suponer es la forma de ejemplificar el discipulado cristiano, siendo ese puente entre la Iglesia y la sociedad. Estamos llamados a enseñar, predicar, oficiar ceremonias y ritos. Ofrecer cuidado pastoral y ayudar a los presbíteros a administrar los sacramentos, pero, sobre todo, llamados a acercar a los “alejados” al altar. “servicio de caridad”. Excepto decir misa, ungir a los enfermos y escuchar confesiones, podemos ejercer el oficio del “Amor de Cristo”, al que estamos llamados, si Dios lo quiere, un día a ser, “colaboradores en el servicio apostólico” del obispo como sacerdotes.
¿Como suele motivar a orar por los sacerdotes y por las vocaciones sacerdotales?
La mejor forma de motivar en mi experiencia es que conozcan que es y cómo vive un sacerdote; y en ese conocimiento y cercanía el espíritu suscita de manera fácil el poder de la oración por quienes se sientan atraídos por ser pastor de almas. El sacerdote no es algo abstracto. La coherencia y la integridad va a ayudar mucho a que la comunidad rece y pida. Es decir, que entiendan que es un sacerdote y sepan pedir por él. Pedir con el corazón más que con los labios.
¿Ha elegido algún pasaje bíblico/ cita o fragmento que le encamine y oriente en su vida sacerdotal, a modo de lema?
En mi consagración como religioso elegí, el pasaje de 1 de Juan 4: “Quien ama a Dios, tiene que amar al hermano». Ahora el lema que me ha acompañado durante tanto tiempo con el cardenal Carlos Amigo Vallejo: “Gracia y Paz”. Esa gracia que pido a Dios me sea concedida por necesaria para llevar un mensaje de paz de parte de Jesucristo.
¿Con qué santos se identifica y por qué?
Hay tantos santos, de la puerta de al lado (Como decía el papa Francisco), con los que me identifico y tomo ejemplo: san Francisco, santa Ángela de la Cruz, son verdaderos modelos de cristianos e hijos de la Iglesia, que supieron hacer vida el “mandamiento nuevo”; a ejemplo de san Juan de Ávila, gran maestro de espiritualidad sacerdotal.
¿Cuál es su oración de gratitud al Señor por este regalo?
Agradecer tanta grandeza por los bienes recibidos, suscita en mi la oración de Alma de Cristo, el Padrenuestro, la secuencia del Espíritu Santo y el Magnificat. No me queda otro comentario que decir: “En todo amar y servir. Sentir a Dios es sentirse salvado”



