lunes, 30 junio 2025

La ‘santísima trinidad’ del almonteño

Los ganaderos del ganado marismeño han vuelto a celebrar el rito de la Saca de las Yeguas desde Doñana hasta el pueblo

“¡Qué bonito es el Rocío, qué bonita es la marisma y qué bonito es Doñana, mi orgullo ser marismeño de esa marisma huelvana!”. La letra de esta histórica sevillana de los marismeños que cantan los yegüerizos almonteños tras terminar la faena de reagrupar el ganado que tienen en Doñana libre y salvaje resume a la perfección la idiosincrasia de un pueblo que no se entiende sin la Virgen, sin Doñana y sin la marisma. Una santísima trinidad que los forasteros, como los almonteños suelen llamar a los de fuera, nunca comprenderán ni sentirán como ellos.

Durante los últimos días, los yegüerizos han estado en terrenos tanto del Parque Nacional como del Parque Natural de Doñana agrupando alrededor de las 1.300 yeguas de la raza autóctona marismeña que tienen en esta joya de la naturaleza durante todo el año completamente en libertad. Una vez reagrupadas, las trasladan desde la marisma hasta Almonte, pasando por delante de la Virgen del Rocío, de cara a la feria ganadera que se celebra en el pueblo. Allí les realizarán las habituales tareas de tuza y corte de crines y cómo no, tendrá lugar la compraventa de animales. Este traslado conocido como la ‘Saca de las Yeguas’ siempre se celebra el 26 de junio. Tras la feria, el 1 de julio vuelven las bestias a ser conducidas a Doñana donde quedan de nuevo un año más en libertad.

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Estas condiciones de vida hacen que este ganado sea muy duro y fuerte a la hora de trabajar en el campo o tirar de un carro. Las condiciones de vida y los bruscos cambios de tiempo que soportan a lo largo del año les hacen ser robustos y nobles. Muchos reconocen que no son tan atractivos visualmente como otras razas de equinos, pero el fondo, la fuerza y la resistencia que tienen estos animales marismeños no se encuentra en el resto de las razas.

Tropas de yeguas delante del Santuario de la Virgen del Rocío (Foto Antonio Delgado-Roig).

Tropas de yeguas delante del Santuario de la Virgen del Rocío (Foto Antonio Delgado-Roig).

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Aunque parezca una tarea sencilla y fácil, la Saca de las Yeguas esconde detrás todo el sentir de un pueblo y una forma de vida heredada de muchos siglos, concretamente desde 1504 cuando del Duque de Medina Sidonia formalizó una tradición que ya se veía celebrando de antaño. Entonces, el carácter de esta actividad tenía mucho más de económico que ahora. Las yeguas se usaban para la trilla, para trabajar en el campo, y los ganaderos compraban y vendían animales entre ellos. Yeguas, machos, potros, cada uno va haciendo su pequeña ganadería según sus necesidades.

Hoy día, la actividad se desarrolla para conservar una tradición y un estilo de vida, y enseñar a las nuevas generaciones una faena campera tal y como la aprendieron ellos de sus mayores, ya que la moderna maquinaria agrícola no hace necesario el uso de animales para muchas faenas agrícolas. La organización corre a cargo de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Marismeño en colaboración con la Consejería de Sostenibilidad y Medio Ambiente, a través del Espacio Natural de Doñana, y también con el Ayuntamiento de Almonte, que participa en el trayecto de los animales desde el Rocío hasta el recinto ganadero del pueblo.

Así lo explica, Gregorio Maraver, uno de los socios de la entidad. Su padre fue fundador de este colectivo y él llegó a ocupar el cargo de presidente. Durante el sesteo, tras recolectar su ganado el día previo a la saca de las yeguas, asegura que esta tradición “se lleva en la sangre” y que, además de la faena de campo propia que conlleva pasar un día o dos a caballo en Doñana y durmiendo al raso, hay un “componente social muy importante” que es la convivencia con la reunión de yegüerizos de la que cada uno forme parte y que les hace sentir que no son su otra familia, sino que son su familia.

Yegüerizos en Doñana camino de sus animales (Foto Antonio Delgado-Roig).

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Yegüerizos en Doñana camino de sus animales (Foto Antonio Delgado-Roig).

Tampoco es una actividad que se haga por dinero. La mayoría de los ganaderos tienen pocos animales. “Todo esto al final realmente cuesta el dinero, el venir aquí, pasar aquí un par de días en Doñana. Ir, volver, arreglar a los animales. No hay compensación económica, todo lo contrario, pero es una forma de vivir y sentir de nuestro pueblo. No sabemos vivir sin esto”.

Conservación del ecosistema

Aunque pueda parecer lo contrario, toda la actividad del ganado marismeño está perfectamente regulada. Los animales están repartidos en un total de diez fincas dentro de Doñana, y cada una de ellas tiene un cupo máximo de animales. Los potros no cuentan hasta que tienen un año, pero después sí. Y entonces los ganaderos tienen que vender algún animal si han tenido crías o dejarlo en cuadras en el pueblo para no superar el cupo de cada finca. Ahí entra en juego también la conservación del medio natural. La ganadería se beneficia de Doñana, y Doñana se beneficia de la ganadería. Pero todo ha de tener su justa medida para no alterar los ecosistemas.

Yegüerizos descansando tras terminar la faena (Foto Antonio Delgado-Roig).

Yegüerizos descansando tras terminar la faena (Foto Antonio Delgado-Roig).

En la justa medida también hay que saber manejar el ganado, y hay que ser un excelente caballista. Son animales que viven en estado salvaje, no están acostumbrados a la presencia del hombre y tienen sus propias querencias a la hora de moverse. Rafael Bejarano, yegüerizo de 76 años, comparte una copa de vino tras echar la mañana de trabajo y recuerda como siendo un niño sus mayores le enseñaron a trasladar a los animales. “Algunas zonas ahora tienen algunas vallas pero antes no había nada. Me decían que había que correrle por este lado y no por aquel, porque si no sería imposible agruparlas, y enseñanzas así que luego he ido enseñando a los demás. De chavalillo me sentaba aquí, en las reuniones, y escuchaba hablar a los viejos, y así fui aprendiendo poquito a poco”.

También es muy importante la labor que desarrolla el personal del Parque. Tanto agentes de Medio Ambiente como celadores forestales se encargan de controlar de que todo esté en orden y no haya nada que pueda suponer que no se cumplan las normas de protección de la naturaleza. Javier Giménez, celador oriundo de Almonte, explica que esta actividad supone una “relación entrañable” entre el espacio natural y el pueblo. “Ahora mismo han terminado el trabajo y hay abuelos, padres, nietos, niños jugando alrededor de las yeguas, aprendiendo y viviendo una experiencia que no olvidarán jamás”.

Y respecto a la tarea que realizan, expone que han de encargarse de la vigilancia y control y que la actividad respete todas las normas y restricciones que hay por la nidificación de aves, crías de animales, especiales en peligro de extinción, etc. “Toda tarea que se realice aquí dentro ha de ser respetuosa con el medio ambiente y hemos de velar entre todos para que siga siendo así. Hay un control en la entrada del parque, no puede entrar nadie que no esté acreditado, con nombre y apellidos. Cada reunión tiene un cupo máximo de invitados, todo hay que preservarlo para que siempre esté en su justa medida”.

También aclara Giménez que esta actividad ganadera no se desarrolla solo alrededor del 26 de junio, sino que los ganaderos están pendientes de los animales todo el año. “Puede parecer muy bonito, que lo es, pero también es muy duro. Con el invierno también vienen a repasar el ganado. Muchas horas a caballo con días de mucho frío en la marisma. Y este año que hemos tenido mucha agua y había zonas muy inundadas pues han tenido también muchas dificultades para poder llegar a las fincas y ver en qué estado se encontraba su ganado”.

Los yegüerizos se organizan en un total de dieciséis reuniones, y desde dos o tres días antes de la saca van entrando en Doñana camino de las fincas donde tienen el ganado. Hay que tener en cuenta que la superficie del parque supera las 54.000 hectáreas y que llegar a unas de las fincas donde se encuentran las yeguas pueden suponer muchas horas a caballo. Una vez agrupadas las yeguas en algunos de los cercados habilitados, ya solo queda esperar al 26, pero durante todo ese tiempo tiene lugar esa convivencia de cada reunión donde el cante, el recuerdo a los mayores y el sentimiento que les provoca el ser ganaderos de la raza marismeña, y toda la actividad que ello conlleva, les hace sentirse durante esas horas los hombres más felices del mundo.

Una vez que llega el día 26, la faena también comienza al alba. Hay que conducir el ganado hasta El Rocío. Son unas pocas de horas desde donde han amanecido. La mayoría de las tropas de yeguas lo hacen por la zona de la Boca de Lobo para enfilar la calle Sanlúcar y llegar directamente al Santuario de la Virgen de la Rocío. Es una de las imágenes más espectaculares y también uno de los atractivos turísticos potentes de Andalucía.

Yeguas en el camino de Los Llanos camino de Almonte (Foto Antonio Delgado-Roig).

Yeguas en el camino de Los Llanos camino de Almonte (Foto Antonio Delgado-Roig).

Tras dejar la ermita, las tropas de animales van por el camino de Los Llanos hasta Almonte y en la zona del Pastorcito tienen un largo sesteo y otro rato de convivencia. Las yeguas marismeñas están en su cercado bajo la sombra de un frondoso pinar mientras los yegüerizos también dan descanso y agua a sus caballos de montar. Unas horas después, a la caída de la tarde, la comitiva se pone de nuevo en marcha camino de Almonte.

Normas de vestuario

Ahí llega uno de los momentos más emotivos para muchos de ellos y donde los sentimientos se ponen a flor de piel, como cuenta Isabelo Pérez, otro ganadero almonteño al que le brillan los ojos cuando explica qué significa la Saca de las Yeguas para ellos. “Es que cuesta mucho explicarlo, pero lo hemos vivido muchas generaciones desde niños. Es nuestra forma de vida. Además, también nos encargamos de que la compostura sea siempre la correcta. Los caballos han de ir bien arreglados a la vaquera, no permitimos los sombreros de paja o las gorras americanas de béisbol. Las gorras han de ser las camperas. Los sombreros han de ser de ala ancha de fieltro, de los de siempre, de piel de conejo también. Y el vaquero ha de llevar camisa, tampoco se permiten los polos aunque sean más frescos. Esto hay que hacerlo así porque, como te descuides, en unos años aquí la gente puede llegar a ir de cualquier manera y las tradiciones hay que conservarlas”.

Ganaderos realizando las labores de tuza y corte de crines (Foto Antonio Delgado-Roig).

Ganaderos realizando las labores de tuza y corte de crines (Foto Antonio Delgado-Roig).

Terminado el sesteo y con los animales ya en el recinto ganadero, el pueblo de Almonte estalla de júbilo. Ha vuelto a cumplir su centenaria tradición y tras la feria, las bestias volverán el 1 de julio a la marisma. La santísima trinidad del Rocío, la marisma y Doñana continúa más fuerte que nunca.

AUTOR DEL TEXTO: Antonio Delgado-Roig.
AUTOR DEL VÍDEO: Rafael Aviles.

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