Tras más de medio siglo sin fallar al equipo de su vida, Juan Diego no podía faltar al último partido del Benito Villamarín.
Juan Diego recuerda como si fuera ayer la primera vez que pisó el Benito Villamarín. De la mano de su padrino, vivió una victoria por 3 a 0 frente al Granada. Ese fue el principio de la una de las historias de amor más bonitas de su vida.
Todo cambió para él hace seis meses, cuando le dieron “la peor noticia del mundo”. Los médicos le diagnosticaron ELA, una enfermedad degenerativa que hoy en día no tiene cura y que se origina cuando las células del sistema nervioso llamadas motoneuronas disminuyen gradualmente su funcionamiento.
Se estima que en España, unas 4.000 personas sufren Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). La incidencia de la ELA es de 1-2 casos nuevos cada 100.000 habitantes al año. Esta enfermedad afecta principalmente a personas entre 40 y 60 años y es más común en hombres que en mujeres.
En un álbum de fundas, Juan Diego guarda todos los carnets y recuerdos desde que iniciara su andadura como seguidor del club. “Desde una preferencia con sillas de madera o un estadio entero de pie, pasando por 2ª y 3ª división y bañado de agua los días de lluvia”, recuerda con nostalgia.
Entre los sesenta años que lleva acudiendo al templo, destaca los ascensos, las permanencias, la semifinal contra el Rayo Vallecano y sobre todo el primer día que llevó a su hijo al campo, aunque resulta difícil elegir solo algunos momentos, pues los recuerdos de toda una vida dan para mucho.
Juan Diego relata que “nunca olvidará este campo cantando con cinco mil gargantas, al igual que lo hace hoy con cincuenta, ese sentimiento de beticismo que solo nosotros entendemos”.
“Para ser del Betis hay que nacer bético y yo nací”, cuenta este a este fiel discípulo de las trece barras, que evoca sus primeros Reyes Magos, donde le regalaron la equipación del guardameta bético Manuel Campos, de la temporada 70/71.
Su mayor pena es no haber podido acompañar al equipo a Polonia a causa de esta enfermedad, ya que siempre había soñado con ver al Betis en una final internacional.
Es por ello que no podía faltar al último partido del Benito Villamarín tal y como lo conocemos. Vivió como siempre la previa, la entrada a Gol Norte acompañado por su hijo y ese sentimiento de reencontrarse con su segunda casa, con ese viejo amigo que le vio crecer.
Aunque en silla de ruedas y de distinta forma, volvió a acompañar a su equipo como lleva haciendo desde hace ya medio siglo y cada dos semanas.
Los días previos al último encuentro de liga contra el Valencia, Juan Diego, acompañado por su hijo, visitó el Benito Villamarín. A pie de campo, miraba con una sonrisa y ojos vidriosos hacia el asiento de esa grada que tantas alegrías le ha dado.
Por primera vez entró en el vestuario donde sus ídolos de ayer y de hoy se engalanaron en tantas ocasiones con la equipación verdiblanca y rememoró las gestas más especiales de la historia del Real Betis Balompié en el museo de los recuerdos.
No pudo contener las lágrimas cuando recibió una camiseta firmada por todos los jugadores del primer equipo. “Me habéis hecho muy feliz”, fue lo que Juan Diego expresó cuando apenas le salían las palabras e invadió la emoción.
Ahora, a través de distintas asociaciones, Juan Diego lucha por una mayor ayuda e investigación, “ojalá sirva para futuros enfermos”. “Me parece espectacular la implicación del club con esta y muchas otras enfermedades”, reconoce.