El clero diocesano se ha dado cita hoy en la Catedral hispalense para celebrar junto al arzobispo, monseñor José Ángel Saiz, y los obispos auxiliares, monseñor Teodoro León y monseñor Ramón Valdivia, la Misa Crismal.
La ceremonia contó con la participación de cientos de presbíteros de toda la Archidiócesis que renovaron sus promesas sacerdotales. Y durante la misma, el arzobispo hispalense bendijo los aceites que se utilizarán para la unción, símbolo de la efusión del Espíritu Santo: el santo crisma y los santos óleos, “instrumentos de salvación en el bautismo, la confirmación, el orden sagrado y la unción de los enfermos”. No en vano, este óleo servirá para ungir a los catecúmenos en el bautismo, los bautizados que reciban la confirmación, los enfermos en su dolor, y finalmente, los candidatos al sacerdocio,
“El sacerdote es testigo y ministro de la misericordia”
Monseñor Saiz Meneses ha recordado al clero que “la vocación del sacerdote es un gran don de Dios, y es también un gran misterio para nosotros, que lo hemos recibido a pesar de nuestra pequeñez e indignidad. Nuestras limitaciones y debilidades deben llevarnos a vivir y custodiar con profunda fe este don precioso, con el que Cristo nos ha configurado a él y nos ha hecho partícipes de su misión salvífica”. Al participar en el sacerdocio de Cristo, ha explicado el arzobispo, “el sacerdote es testigo y ministro de la misericordia de Dios, llamado a actuar con amor misericordioso ante toda persona necesitada que se cruza en su camino o se acerca a él”.
En esta línea, ha señalado que la misión del sacerdote es “anunciar la Palabra de Dios e invitar a todos a la conversión y la santidad”. También los ha alentado para ser “hombres oración, una oración eminentemente eucarística”. Al respecto, añadía, “la celebración de la Eucaristía debe convertirse en el corazón de nuestro trabajo pastoral y de nuestra vida entera”.
Finalmente, monseñor Saiz ha agradecido al clero “vuestro trabajo sacrificado en todas las parroquias, hermandades, movimientos e instituciones de Iglesia, en tantas actividades pastorales en las que ponéis alma, vida y corazón, cuidando de las personas y las comunidades, compartiendo el gozo y la esperanza y también las inquietudes, las oscuridades y los sufrimientos de los hombres y mujeres de hoy”. Y ha concluido dedicando unas palabras de agradecimiento a los miembros de la vida consagrada y a los laicos y laicas “que nos acompañáis y rezáis por nosotros”.
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