martes, 16 septiembre 2025

La Iglesia en Sevilla celebra el próximo sábado, 20 de septiembre, la ordenación diaconal de seis seminaristas

El diaconado es la forma de ejemplificar el discipulado cristiano “un puente entre la Iglesia y la sociedad”. Los seis seminaristas del Metropolitano de Sevilla que el próximo sábado 20 de septiembre, a las once de la mañana, en la Catedral hispalense serán ordenados diáconos están llamados a enseñar, predicar, oficiar ceremonias y ritos, ofrecer cuidado pastoral y ayudar a los presbíteros a administrar los sacramentos, “pero sobre todo están llamados a acercar a los alejados al altar a través del servicio de caridad”.

El diaconado es la forma de ejemplificar el discipulado cristiano “un puente entre la Iglesia y la sociedad”. Los seis seminaristas del Metropolitano de Sevilla que el próximo sábado 20 de septiembre, a las once de la mañana, en la Catedral hispalense serán ordenados diáconos están llamados a enseñar, predicar, oficiar ceremonias y ritos, ofrecer cuidado pastoral y ayudar a los presbíteros a administrar los sacramentos, “pero sobre todo están llamados a acercar a los alejados al altar a través del servicio de caridad”.

Los próximos diáconos de la Iglesia en Sevilla son: Cristian Rodríguez Domínguez (Sevilla, 2001), Pablo Bernal Colón (Albaida del Aljarafe, 1997), Erson Patrick Rosario da Cruz (Cabo Verde, 2002), José Manuel Ruiz Ruiz (La Puebla del Río, 1991), Alberto Torres Urbano (Cádiz, 1971) y Pablo Noguera Aledo (Cavaillon, Francia, 1962).

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Cada uno de ellos ha escuchado la voz de Dios en distintos momentos y circunstancias vitales. Ha sido su respuesta positiva y generosa a la llamada al sacerdocio ministerial la que los ha unido durante estos años de formación espiritual, humana y vocacional.

La vocación de Cristian surgió “desde que era muy pequeño”. A los siete años comenzó a ir a misa en el convento de las hermanas de la cruz. “Allí fui descubriendo paulatinamente cuál era el sueño de Dios para mí. Comencé a ir a convivencias de monaguillos organizadas por el Seminario y, en ese contexto, fui entrando en la dinámica vocacional. Ingresé como alumno en el Seminario Menor el 28 de septiembre de 2014”. En el caso de Pablo Bernal. “fue todo muy gradual”. Su discernimiento vocacional se inició a los 20 años “tras un accidente de coche y búsqueda de mayor sentido de vida”. Un año y unos meses más tarde, “ya acabada la universidad, en el Camino de Santiago, tuve una experiencia que me empujó hacia el sacerdocio. Entré en el seminario con 23 años”.

Erson pertenece a la diócesis de Mindelo (Cabo Verde). Su inquietud surgió en un campamento vocacional durante una adoración ante el Santísimo Sacramento, y en ese momento donde empezó a plantearse las grandes preguntas de su vida. “Fue a través del párroco que teníamos en ese momento que Dios me interpeló y me pregunté ¿por qué no ser sacerdote?”.

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José Manuel, por su parte, tomó conciencia de que el Señor le pedía “algo mayor” en su vida la primera vez que hizo el Camino de Santiago en 2014, durante una adoración al Santísimo. “Muchos años antes el Señor había ido preparando mi corazón con distintas vivencias y por medio de personas que fue poniendo en mi camino”.

Alberto se define como “una vocación madura”, a lo que suele añadir el adjetivo ‘y madurada’. Reconoce que, a lo largo de toda su vida, como bautizado, ha sentido la llamada del Señor, “pero siempre me ha tratado muy bien y pensaba que mi misión era como laico comprometido haciendo presente a Cristo en la escuela pública y estando en las nuevas fronteras que significa hoy la evangelización y la educación”. Sin embargo, “hace unos años me di cuenta de que Dios quería bastante más de mí, y empecé a estudiar Ciencias Religiosas para dar razones de mi esperanza; Cristo me pedía que entregara mi vida para la construcción del Reino”. Para Pablo Noguera, conocido por todos como el hermano Pablo, “es difícil precisar el momento exacto de la llamada cuando tienes conciencia de que la inquietud comienza en la más tierna infancia. En algún momento he llegado a decir que desde el vientre de mi madre”.  Reconoce que quizás el aguijón de su vocación a la vida consagrada como religioso franciscano de cruz blanca, orden a la que pertenece desde hace 40 años, “lo descubriera a través de un enfermo con la apariencia de un crucificado, y este fuera el camino emprendido que bastante tiempo después desembocaría en esa otra llamada no olvidada al sacerdocio”.

Paso al diaconado

Para Cristian, el paso al diaconado supone un motivo de alegría y de confianza en Dios. “Mi corazón tiene la certeza de estar allí donde mi Creador lo soñó. Esto no quiere decir que no exista en mi el vértigo ante un paso tan grande. Pido a Dios todos los días la gracia de permanecer cada día de mi vida a su lado sin que mi debilidad me aparte jamás de Él”. Pablo Bernal destaca la “gran alegría de ver que la llamada de Dios está refrendada por la Iglesia, y que la propia Iglesia me quiere para servirla”. Erson se prepara para el diaconado “con mucha reverencia porque implica decirle al Señor un ‘sí’ definitivo y confiar”.

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José Manuel subraya la dimensión del servicio: “Ahora es la Iglesia la que me da su sí y me elige para servir al Pueblo de Dios, porque eso significa diácono, servidor”.

Alberto afirma que el diaconado transitorio es un paso muy importante “porque un sacerdote nunca deja de ser diácono, en el sentido de ofrecer nuestra vida por entero a Dios a través del servicio a la Iglesia, dándonos en todo aquello que haga falta; tanto en el altar, en la Palabra, en los sacramentos, en el ejercicio de la caridad, en todas y cada una de aquellas cosas que sean necesarias para la misión de la Iglesia”.

Pablo Noguera recuerda que “menos presidir la misa, ungir a los enfermos y escuchar confesiones, podemos ejercer el oficio del ‘Amor de Cristo’, al que estamos llamados, si Dios lo quiere, un día a ser, colaboradores en el servicio apostólico del obispo como sacerdotes”.

Gracia inmerecida

La acción de gracias por parte de estos seminaristas no deja de brotar de los labios y el corazón durante su oración diaria: Cristian está “enormemente agradecido” a todas las parroquias por donde ha pasado en sus años de formación. “Han sido todas ellas experiencias realmente gratificantes de cercanía al pueblo de Dios”. Pablo Bernal siente “una inmensa gratitud al Señor” por haberse fijado en él, “sin merecerlo, por regalarme tanto amor y tanta experiencia de su fidelidad”. Erson hace suya la oración de Ignacio de Loyola: “Tomad, Señor, y recibid todo mi ser” y José Manuel las palabras del Magníficat, “porque Dios también ha mirado mi pequeñez, mi pobreza, mi debilidad, y hace de todo ello mi fortaleza”. Alberto entrega toda su libertad, memoria, entendimiento y voluntad al Señor “que juzga mi vida con misericordia y mi presente con providencia”. Pablo Noguera se aferra, como acción de gracias, a la oración que el mismo Cristo nos enseñó.

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