sábado, 16 agosto 2025

El Real Betis vuelve al Costa del Sol

Los verdiblancos ya disputaron el torneo de Málaga en los años 1975 y 2008, con curiosas anécdotas de camisetas y el recuerdo de un golazo de Emaná.
Equipo del Betis que, vestido de azul, se enfrentó al Ferencvaros en 1975. De izquierda a derecha, de pie: García Fernández; Bizcocho, Iglesias, Sabaté, Lobato, Escalante; agachados: Benítez, Alabanda, Mendieta, Rogelio y Anzarda.

Los verdiblancos ya disputaron el torneo de Málaga en los años 1975 y 2008, con curiosas anécdotas de camisetas y el recuerdo de un golazo de Emaná.

Por Manolo Rodríguez

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El Real Betis vuelve el próximo sábado a disputar en Málaga el Trofeo Costa del Sol, un torneo en el que ha participado en dos ocasiones precedentes sin que en ninguna de ellas haya tenido el acierto o la fortuna de traerlo a sus vitrinas.

El Costa del Sol se creó a principios de la década de los 60 del pasado siglo, al calor del gran éxito que ya cosechaban por aquellos entonces otros trofeos de verano nacidos con anterioridad, principalmente el Teresa Herrera de A Coruña y el Ramón de Carranza de Cádiz. Siguiendo esta misma estela, después vendrían el Colombino onubense, el Joan Gamper de Barcelona y ya en la década de los 70 el recordado Ciudad de Sevilla que enfrentaba a los dos primeros equipos de nuestra ciudad.

Sin duda, fue una gran idea poner en marcha un certamen de estas características en esa Málaga que empezaba a convertirse en destino turístico prioritario. Un reclamo publicitario que amplificaba el interés que ya entonces despertaba internacionalmente la Costa del Sol. Impulsado por el equipo local, que preparaba su ascenso a Primera, y secundado por el Ayuntamiento, el trofeo nació con un formato cuadrangular que permitió ver en La Rosaleda durante casi veinte años a las mayores figuras de aquel tiempo, entre las que se contaban futbolistas tan superlativos como Di Stéfano, Pelé, Eusebio, Puskas o Gento, entre otros.

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Después, a partir de 1984, la crisis económica y deportiva del Málaga llevó a la desaparición del Trofeo, que no retornó hasta 2002, aunque ya a partido único y sin el brillo que le caracterizó en los orígenes. Hubo años en que no se jugó, fue menguando la entidad de los rivales y, de hecho, la última edición disputada en 2023 enfrentó al equipo local contra el Antequera, cuando ambos equipos militaban en 1ª RFEF.

Ahora, en la que será la XXXV edición del Trofeo, éste vuelve a dar un salto de calidad deportiva con la presencia del Real Betis, al tiempo que le devuelve a la afición local la emotiva evocación de sus mejores años recientes con el regreso a La Rosaleda de Manuel Pellegrini e Isco Alarcón, nombres decisivos en esas temporadas de ensueño que marcaron a toda una generación de malaguistas.

Ambos, Pellegrini e Isco, saben lo que es ganar el Costa del Sol y también el mito verdiblanco Joaquín Sánchez llegó a alzar esa copa cuando todos ellos defendían los colores del Málaga CF. El técnico chileno se la adjudicó en 2011 y 2012; Joaquín, igualmente en esos mismos años e Isco, en 2012. Una etapa muy feliz de los blanquiazules que, sin duda, marcará nostálgicamente esta cita de agosto en el estadio que se ubica en el Paseo de Martiricos.

El Real Betis, sin embargo, como decíamos al principio, nunca ha ganado el Costa del Sol. Lo jugó dos veces (1975 y 2008) sin que el resultado fuera el pretendido, a pesar de que siempre se crearon expectativas de que las cosas pudieran haber sido más felices.

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Las camisetas prestadas

En 1975, el equipo verdiblanco, entonces entrenado por el húngaro Ferenc Szusza, debutó en el torneo el sábado 16 de agosto, teniendo como rival al poderoso Peñarol de Montevideo, institución de enorme prestigio que podía presumir de haber sido campeona de la Libertadores y de la Intercontinental y todo un clásico de los veranos españoles.

Una escuadra uruguaya muy potente, que acabaría adjudicándose el torneo, y en la que, por cierto, actuaba el defensa Carlos Peruena, quien tres años más tarde ficharía por el Real Betis. El Peñarol ganó por 2-1 y la anécdota de aquel encuentro fue que, mediada la segunda parte, se apagaron las torretas de iluminación de La Rosaleda y hubo de detenerse el juego por espacio de 20 minutos.

La alineación verdiblanca aquella calurosa noche en Málaga estuvo compuesta por: Esnaola; Bizcocho, Biosca, Sabaté, Cobo; López, Alabanda, Cardeñosa; García Soriano, Ladinszky y Benítez. Obsérvese que 10 de los titulares béticos lo fueron también dos años después en la final de Copa de 1977, con el único cambio de Megido por Ladinszky, lo cual pone en evidencia que las plantillas se mantenían en el tiempo (reflejo, sin duda, del derecho de retención que ejercían los clubes) y que aún no eran frecuentes los trasvases continuos de jugadores. Un panorama muy distinto al de hoy en el que la globalización y las nuevas leyes del mercado determinan que cada temporada entren y salgan un alto número de jugadores en cada uno de los equipos.

Lo más insólito de aquel Trofeo, sin embargo, surgió en el partido de consolación que enfrentó el domingo 17 de agosto al Real Betis contra el Ferencvaros húngaro, los dos perdedores de las semifinales. Y lo fue porque el Betis hubo de vestir de azul, algo que no dejaba de ser una extrañeza en aquel tiempo.

Ocurrió que unos y otros llegaron al estadio con sus equipaciones tradicionales de color verde y blanco. Así no podían jugar. Por tanto, el Betis, cortésmente, renunció a la suya y le solicitó una indumentaria prestada al Málaga. Fue por eso que aquella tarde lució una camisola azul y un pantalón negro que lo diferenciara de su rival húngaro. Sólo mantuvo sus medias verdiblancas a vueltas horizontales.

Curiosamente, cuando ambos equipos se enfrentaron en Budapest en 2021, en partido de la Uefa Europa League, es decir 46 años después de lo ocurrido en Málaga, el Real Betis también vistió una camiseta azul, aunque este caso por determinación del organismo europeo.

La consolación la perdieron los de Szusza por 3-1, uniendo a su pobre fútbol la obligada alteración de sus colores de siempre, razón por la cual el periodista Ricardo Ríos dejó escrito en su crónica del diario ABC que aquel había sido: “Un Betis desfigurado”.

Este fue el epílogo de la primera aparición del Real Betis en el Trofeo Costa del Sol. Poco afortunada en los marcadores, aunque para los amantes de las rarezas quedará siempre esa foto en blanco y negro de la alineación, tan poco habitual en su atuendo, que inició el partido contra el Ferencvaros.

El golazo de Emaná

La segunda, y última vez hasta ahora, que el Betis acudió a disputar el Trofeo Costa del Sol fue en el año 2008, ya en la plena modernidad del fútbol. A diferencia de lo que contábamos antes del equipo de 1975 que sobrevivió hasta 1977, el Betis en esa temporada 2008-09 tuvo hasta 13 jugadores extranjeros, de los cuales 8 jugaron en La Rosaleda la noche del 9 de agosto.

El torneo ya era a partido único y enfrentó al Betis con el Málaga CF, que acababa de ascender a Primera, y al que dirigía Antonio Tapia, el técnico que, por esos extraños cruces de camino que provoca el balón, a la temporada siguiente se sentaría en el banquillo de Heliópolis. Con poco éxito, francamente.

Cuando el Real Betis visitó Málaga en 2008 el entrenador verdiblanco era Paco Chaparro, un veterano combatiente al que, por fin, le habían otorgado los galones que le fueron negados en la campaña anterior. El gran fichaje de ese verano había sido Achille Emaná (más tarde llegaría Sergio García y en el mercado de invierno retornaría Ricardo Oliveira) y la verdad es que el camerunés no pasó inadvertido en La Rosaleda. Para el recuerdo queda aquel golazo pleno de potencia, tras un regate en el borde del área y un zurdazo catedralicio, que abrió el marcador en el primer tiempo.

Sin embargo, en la segunda parte volteó el marcador el conjunto local, que acabó ganando la partida por 2-1. Una situación muy parecida a lo que fue el Betis durante toda aquella desdichada campaña que acabó con el descenso a Segunda. El equipo no jugaba mal, tenía futbolistas competentes y daba la impresión de que podía imponerse en cualquiera de los encuentros que disputaba. Pero ganaba menos de lo necesario y por eso pasó lo que pasó. Tal vez la consecuencia inevitable de la deriva institucional que ya se vivía entonces y que estaba descomponiendo hasta los tuétanos a la entidad.

Casi en las mismas fechas de entonces, 17 años después, vuelve el Betis a Málaga, siendo, como es, otro Betis muy distinto y notablemente mejor en todo al de aquel tiempo. Será su tercera participación en el Costa del Sol y se abre una nueva oportunidad de que ese trofeo que no ha estado nunca en poder del Club llegue por fin a las vitrinas que ahora tornan de Heliópolis a la Cartuja.

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