Sábado 26 de julio de 2025
Hoy se cumplen 150 años del nacimiento del poeta Antonio Machado en el Palacio de las Dueñas de Sevilla, cuyos recuerdos del rumor de su fuente, de su patio y de su huerto claro donde penetraba la luz de Sevilla y donde maduraba el limonero le acompañarían siempre.
Desde la Sección de Literatura del Ateneo de Sevilla, con motivo de esta efeméride, invitamos, como mejor homenaje que se puede hacer a un poeta, a releer sus textos. Así tendremos ocasión de recordar su infancia en nuestra ciudad. Igualmente le acompañaremos en su juventud por tierra de Castilla, andaremos con él muchos caminos, navegaremos cien mares y atracaremos en cien riberas, sentiremos la alegría infantil en los rincones de las ciudades muertas y la monotonía de la lluvia en los cristales.
También, leyéndolo, soñaremos caminos de la tarde, clara y limpia, unas veces, triste y polvorienta otras, y nos ilusionaremos con abriles que florecen y sonríen frente a las ventanas.
Tal vez nos distraeremos con algunas moscas, inevitables golosas que nos evocarán todas las cosas o con alguna guitarra del mesón que suene a jota o petenera.
Sin duda, pasearemos por las orillas del Duero, por las colinas plateadas, los grises alcores y las cárdenas roquedas por donde traza el Duero su curva de ballesta, veremos amanecer en otoño, nos subiremos a un tren ligeros de equipaje y nos llevaremos con nosotros los campos de Soria, sin dejar de asomarnos a la Laguna Negra.
Una vez más, o seguramente varias a lo largo de la lectura de sus poemas, contemplaremos a ese olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido con el que también una vez o muchas más esperaremos hacia la luz y hacia la vida otros milagros de la primavera.
No dejaremos de desesperarnos al evocar con el autor momentos en que sentimos arrancarnos lo que más queríamos.
De nuevo con los primeros lirios y las primeras rosas de las huertas subiremos al alto Espino y oiremos cantar al poeta al Jesús que anduvo en el mar o contarnos la muerte de un señor de Sevilla que era diestro en manejar el caballo y un maestro en refrescar manzanilla.
Atentos escucharemos el consejo de “sed buenos” en el poema A Francisco Giner de los Ríos, el de Juan de Mairena a sus discípulos de ser siempre modestos, reflexionaremos sobre si el ojo que vemos es ojo porque lo vemos o es ojo porque nos ve, daremos doble luz a su verso, para ser leído de frente y al sesgo…conocedores de que por debajo de la lectura aparente, en Antonio Machado hay otra que es preciso descubrir, sabedores de que en él, el agua que corre o que se estanca no es el agua cuyo significado léxico nos ofrece el diccionario, como tampoco lo son los de los cipreses, el camino, el olmo seco o el sueño verde de la tierra.
Y así, sin darnos cuenta, tras haber contemplado cuantos símbolos el poeta pone ante nuestros ojos y tras haber leído cuantos a través de la palabra en el tiempo, sucesión de presentes con ambición de ser pasado, hace llegar a nuestros oídos, llevando a cabo la superación del Modernismo, y tras comprobar a través de sus textos su apoyo a los jóvenes del momento, le imaginaremos siquiera una vez paseando por Colliure, poco antes de morir.
Y una vez más, leyéndolo, evocaremos ese verso que tras su muerte encontraron en un bolsillo de su gabán, con el que vuelve a comenzar todo, porque si un tema siempre recurrente en Machado es la muerte, también lo es el deseo de renacer, de vivir con esperanza frente a un horizonte a veces sin aparente esperanza.
Ese último verso de nuevo lo trae a la Sevilla que lo vio nacer, a la de ayer, y a la hoy, a la de siempre y a la nueva, a la Sevilla que puede y debe hacer hoy, como cada
generación, una nueva lectura e incluso una nueva escritura del poeta, el que hoy se lea y el que hoy se entienda, el que transmitiremos a los que mañana harán una nueva lectura y escritura del mismo.
Con ese último verso de Antonio Machado al que me he referido, que nos traslada a sus primeros años sevillanos, concluyo estas breves líneas con que he pretendido que se acerquen a una estantería, una biblioteca o una librería y lean o relean al poeta. Las efemérides son una oportunidad magnífica no solo para revisar su obra por parte de la crítica, sino y ante todo para releer a los poetas, como en este caso a aquel cuyo último verso se refiere a los recuerdos sevillanos que en su edad temprana quedaron grabados en su retina para siempre: “Estos días azules y este sol de la infancia”.
José Vallecillo López.
Presidente de la Sección de Literatura.