La Capilla Real de la Catedral de Sevilla acogió el pasado viernes 28 de marzo la Adoración Eucarística Diocesana bajo el lema ‘Tú eres mi esperanza (Sal 71,5)’, en la que participaron alrededor de dos mil personas distribuidas en los doce turnos de adoración que iniciaron a las nueve de la noche del viernes y finalizaron a las nueve de la mañana del sábado. En esta convocatoria de carácter jubilar participaron miembros de delegaciones diocesanas, parroquias, movimientos y hermandades de la Archidiócesis.
El obispo auxiliar de Sevilla, monseñor Teodoro León, expuso al Santísimo Sacramento a las nueve de la noche, seguido del canto de adoración, incensación y un tiempo de silencio dedicado a la oración personal. Posteriormente, cada adorador hizo un examen de conciencia, previo a la lectura del Evangelio de san Lucas. Minutos más tarde los presentes tuvieron la ocasión de reflexionar sobre los signos de esperanza propuestos por el papa Francisco para el Jubileo. Este esquema se repitió hasta el turno de oración de las nueve de la mañana.
Por su parte, el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, acudió a adorar al Señor en el turno de las doce de la noche.
Ciudadanos del cielo
Monseñor León, tras la exposición del Santísimo, exhortó a la asamblea a “ser ciudadanos del cielo”. Dijo que “estamos frente a Aquél que vino a este mundo por amor, que no vino a condenarnos sino a salvarnos”. En este sentido, “el Señor nos dejó un mandamiento nuevo: ‘Amaos unos a otros como yo os he amado’.
Ante la raíz del pecado, el obispo auxiliar de Sevilla animó a hacer “un profundo examen de conciencia ante Aquél que nos ama, abriéndole el corazón, repasando nuestra vida ante Aquél que me ve, me escucha y conoce mi historia”. Resaltó que “vivir en el pecado es vivir en la ausencia del amor de Dios, por eso es necesario reconocer humildemente aquello que nos aparte de Él”. Recordó que especialmente durante el tiempo de Cuaresma “además de vivir la oración, el ayuno y la limosna, es propicio la conversión y el encuentro con el Señor, desde la humildad y la sencillez para vivir como el hombre nuevo y renovado en la plenitud de la gracia y no en la oscuridad”.
Durante la adoración se habilitaron varios confesionarios para administrar el sacramento de la Reconciliación.