Igor Pérez Tostado, Universidad Pablo de Olavide
Desde hace unas décadas, nos hemos acostumbrado a ver en la calle y en las noticias a personas con la cara pintada de verde, gafas en forma de trébol y sombreros de duende celebrando el Día de san Patricio. Solamente en Madrid están previstas más de treinta actividades, desde conciertos hasta fútbol gaélico, pasando por churros y danza irlandesa. A ello se añade con la iluminación en verde de la Cibeles y un desfile de 40 bandas y asociaciones.
Portada de Life Magazine del 13 de marzo de 1924 en la que se celebra la festividad de san Patricio. Wikimedia Commons
La imagen actual de esta festividad se ha popularizado gracias a los grandes desfiles organizados en ciudades anglófonas como Boston, Chicago, Nueva York o Sídney. Por ello, mucha gente asocia su globalización con el nacionalismo irlandés y con la gran emigración del siglo XIX. Esa oleada fue provocada por la hambruna que causó un millón de muertes y obligó a otro millón y medio de irlandeses a emigrar.
Sin embargo, las raíces del fenómeno son mucho más profundas. Se vinculan tanto a las guerras y revueltas de los siglos XVI y XVII, que provocaron crisis de refugiados en la Monarquía Hispánica, como a los conflictos religiosos que asolaron Europa.
La primera gran emigración irlandesa
Hasta el siglo XVI, Irlanda había sido sobre todo un lugar de llegada. Durante la Edad Media, vikingos y normandos se fueron estableciendo en la isla, generando una sociedad muy diversa. En ella coexistían ciudades bajo control inglés como Dublín, grandes señoríos feudales normandos como Kildare y sociedades clánicas gaélicas, como la de los O’Neill.
El rey de Inglaterra solo ejercía una soberanía nominal y su ley se aplicaba en pocos lugares. Sin embargo, esto cambió a partir de la década de 1530. Enrique VIII, en plena reforma religiosa y ruptura con Roma, se proclamó rey de Irlanda e impuso la reforma protestante, la ley inglesa y la autoridad del parlamento de Londres a toda la isla.
Este proceso de centralización y cambio religioso desató un ciclo de violencia que duró hasta mediados del siglo XVII. Durante este período se sucedieron alzamientos, revueltas y incluso los desembarcos de tropas enviadas por el papa Gregorio XIII y por Felipe III de España en apoyo a los católicos irlandeses.
Plano de la Batalla de Kinsale, en 1601, en la que los católicos irlandeses batallaron con apoyo de tropas españolas. Archive.org
Uno de los principales efectos de estas guerras fue la migración y el exilio de decenas de miles de irlandeses, que se dirigieron sobre todo a los territorios de la Monarquía Hispánica, el conjunto de reinos y señoríos gobernados por los Austrias.
En respuesta a esta crisis de refugiados, la Monarquía Hispánica y las ciudades de acogida organizaron programas de ayuda. Se crearon fondos asistenciales, cuerpos militares e instituciones religiosas y educativas para los exiliados, como los colegios de Santiago, Salamanca, Lovaina, Madrid o Sevilla.
Estos centros formaban misioneros y estudiosos que regresaban de incógnito a Irlanda. Además, sirvieron para vertebrar una comunidad diaspórica irlandesa cuya identidad se construyó en torno a la memoria de la persecución religiosa.
La reinvención de san Patricio
En este contexto de exilio, el culto a san Patricio adquirió un papel clave. Tradicionalmente, se le consideraba, junto a santa Brígida y san Columba, uno de los introductores del cristianismo en Irlanda. Su advocación había sido popular en la Edad Media gracias a sus reliquias, milagros y romerías.
Con la crisis religiosa del siglo XVI, el culto a los santos fue redefinido por la Reforma y la Contrarreforma. Los protestantes abolieron el culto a los santos, considerándolo superstición. En el ámbito católico, se intentó regularizarlo y adaptarlo a los nuevos estándares de la Contrarreforma.
Religiosos irlandeses en el exilio, como Richard Stanihurst, Peter Lombard y John Colgan, promovieron una nueva imagen de san Patricio. Se eliminaron aspectos considerados supersticiosos, como los milagros de su infancia o la expulsión de las serpientes. También su papel de juez de los irlandeses en el Juicio Final. En su lugar, se destacó su figura como apóstol de Irlanda, comparándolo con Moisés. Además, se logró que su festividad se incluyera en el calendario litúrgico romano.
Reproducción digital a partir de Primera parte de comedias de Pedro Calderon de la Barca. Biblioteca Nacional (España)
En 1621, el exiliado Philip O’Sullivan Beare publicó en Lisboa la primera historia de Irlanda. En ella explicaba que la resistencia católica frente a las derrotas militares y la superioridad del enemigo solo era posible gracias a la protección de san Patricio. Esta idea fue clave en la construcción de la identidad de la diáspora irlandesa desde el siglo XVII en adelante.
Las celebraciones en forma de desfile no comenzaron hasta el siglo XIX, cuando la emigración irlandesa se dirigió al mundo anglosajón. Sin embargo, en el Barroco hispano, San Patricio gozó de gran aceptación y popularidad. Aparece en la vida de santos escrita por el jesuita Pedro de Ribadeneira, en el éxito editorial de la historia de San Patricio de Juan Pérez de Montalbán y, sobre todo, en la célebre comedia de santos de Calderón de la Barca, El purgatorio de San Patricio .
Un santo en continua transformación
Desde entonces, la imagen de San Patricio ha seguido evolucionando. Con el paso del tiempo, intelectuales y artistas lo convirtieron en un símbolo de resistencia nacional frente al colonialismo y el protestantismo. En Irlanda, ha mantenido su faceta de profeta y hacedor de milagros.
Pese a que pocos recuerdan su origen en las guerras de religión y el exilio del siglo XVII hacia la Monarquía Hispánica, hoy el Día de San Patricio es la fiesta nacional de Irlanda. Su símbolo, el trébol con el que explicaba la Trinidad, se ha convertido también en el emblema global de la identidad irlandesa.
Igor Pérez Tostado, Investigador Responsable del grupo PAI HUM1000 Historia de la globalización: violencia, negociación e interculturalidad, Universidad Pablo de Olavide
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.