La Catedral de Sevilla acogió la mañana de este domingo la Eucaristía de acción de gracias por la beatificación del padre José Torres Padilla. La misa ha sido presidida por el arzobispo hispalense, monseñor José Ángel Saiz Meneses. Durante su homilía, monseñor Saiz dijo que la beatificación del padre Torres proyecta una gran luz en la vida de la Archidiócesis, de la Iglesia y de la sociedad, por su ejemplo como persona, como cristiano y como sacerdote.
Semblanza del nuevo beato
Don José Ángel recordó que el padre Torres, cofundador de la Compañía de la Cruz recibió en el convento franciscano de los Santos Reyes de San Sebastián de la Gomera su primera enseñanza escolar. Recibió la confirmación el 3 de junio de 1827. En septiembre de ese mismo año fue a estudiar a San Cristóbal de La Laguna, en la isla de Tenerife. Continuó su formación en Valencia y Sevilla. El 27 de febrero de 1836 el cardenal Francisco Javier Cienfuegos Jovellanos le ordenó sacerdote, celebrando su primera misa el 8 de marzo. Ejerció su ministerio sacerdotal como profesor en el seminario conciliar de San Francisco Javier de Sanlúcar de Barrameda y en el seminario conciliar de San Isidoro y San Francisco Javier de Sevilla, adscrito a la parroquia de san Marcos, teólogo consultor del Concilio Vaticano I, canónigo de la Catedral de Sevilla y examinador sinodal.
“Tú, quédate en tu nada que Dios lo hará todo”
Sobre su vida de santidad, el arzobispo hispalense resaltó que “contemplamos a lo largo de su existencia una actitud de confianza serena, de fortaleza ante las pruebas, de paciencia en las contrariedades. Su experiencia de la providencia de Dios le llevaba a reaccionar siempre con sentido sobrenatural, a vencer las dificultades y a mantener una actitud de audacia, buscando en cada momento la voluntad de Dios. Así sucedió a la hora de superar los problemas para la fundación de la Compañía de la Cruz, cuando tuvo que afrontar junto a santa Ángela muchas dificultades, y él le solía repetir: ‘Tú, quédate en tu nada que Dios lo hará todo’. En muchos momentos de su vida tuvo que sobreponerse a penalidades físicas y enfermedades y también a las más variadas incomprensiones. A pesar de todo, el amor y fidelidad a la Iglesia fueron siempre una constante en su trayectoria, así como la benevolencia con las personas que obstaculizaban el camino. El alimento de su confianza en Dios lo hallaba en la oración y la penitencia”.
El padre Torres también “vivía un profundo amor y devoción a la Virgen María, como madre, como mediadora de todas las gracias, como intercesora por todos sus hijos, desde el cielo, junto a su Hijo Jesucristo. Alentaba a todos para que viviesen el amor y devoción a María. Rezaba diariamente el rosario y, cuando se desplazaba de un lugar a otro, iba recitando una y otra vez el Ave María”.
Al término de su alocución, monseñor Saiz Meneses pidió encomendarnos a la Santísima Virgen María. “Nos encomendamos a María Santísima, Virgen de los Reyes, Reina de los Sacerdotes, a santa Ángela de la Cruz y santa María de la Purísima, y les pedimos que el ejemplo del beato José Torres Padilla nos ayude para avanzar decididamente por el camino de la conversión y la santidad, de la humildad, de la oración, de la formación cristiana, del amor a los pobres y la transmisión de la fe a nuestros contemporáneos”.