Durante el mes de octubre, el mes misionero por antonomasia, la Delegación Diocesana de Misiones, registra un aumento considerable de su actividad, algo que es posible gracias a los voluntarios que se reúnen en torno al delegado, el sacerdote Eduardo Martín Clemens. Lo hacen durante todo el año, pero de forma más llamativa estas semanas que anteceden a la jornada central, al día del DOMUND, que este año se celebra el 20 de octubre. El delegado compara este incremento del voluntariado con la época de rebajas en unos grandes almacenes: “Esto es una locura, se triplica el voluntariado, y hay incluso personas que piden estar ausentes del trabajo unos días para colaborar en la delegación”. Estos días sirven también para “poner rostros” a las personas con las que mantienen vinculación de otra índole el resto del año.
Ubicada en la céntrica calle Don Remondo, la Delegación de Misiones dispone de una sala principal donde se centraliza todo el trabajo de distribución de los materiales de las campañas. Como dato reciente, la implicación de los voluntarios ha posibilitado el ahorro de unos dos mil euros en distribución de material, que han podido ser destinados a otras necesidades.
Un corazón espiritual lleno de detalles
Pero el corazón de este departamento se encuentra en un pequeño oratorio al fondo de la delegación, que ha sido decorado por cinco artistas de diversa procedencia, y donde destacan algunos detalles significativos. Es el caso de los reclinatorios procedentes de conventos de clausura o la réplica de la cruz que Cristóbal Colón llevó al Nuevo Mundo en su primer viaje.
El perfil del voluntario de misiones en Sevilla es una persona de edad media, entre 30 y más de 40 años, con una experiencia de transmisión de la fe procedente del ámbito familiar. También llegan jóvenes que han recibido esta semilla en algún colegio propiamente misionero, o que han sentido esta llamada en algún retiro, en Cursillos de Cristiandad, Emaús, etc. Martín Clemens dedica un lugar preferente a otro tipo de voluntarios: “jubilados, que en un principio buscan llenar su tiempo, pero después se apasionan de tal manera que se vuelcan totalmente”.
Desde la delegación se propicia un contacto continuo con los misioneros, algo que cada vez se hace más fácil gracias a las tecnologías de la comunicación. No obstante, siguen llegando cartas de los misioneros, procedentes, por ejemplo, de Japón, “con testimonios estremecedores”. “En los contactos, videollamadas o conversaciones que mantenemos por diversas vías, los misioneros nos piden que recemos por ellos. Piden nuestras oraciones”. También hacen de puente con las familias, y no faltan detalles, máxime ahora que nos acercamos a la Navidad: “Una cosa tan sencilla como enviarles una barra de turrón hace que salten de alegría allá donde estén”, añade.
“Con mucha humildad pero sin avergonzarnos de nada”
La cifra exacta de misioneros sevillanos es difícil de fijar, debido a los traslados entre los religiosos. No obstante, fluctúa entre 180 y 200, la mayoría pertenecientes a congregaciones religiosas, aunque últimamente están aumentando las familias pertenecientes a las comunidades neocatecumenales que se marchan enteras a lugares de misión. “Es curioso, llama la atención, hay dificultades, pero el arranque de fe en estos casos es profundo”. También surgen vocaciones para la misión ad tempus, “quizás porque dé pánico entregarse para siempre”. Pero esta es una tendencia significativa: jóvenes que dedican a la misión sus vacaciones o piden una excepción en sus trabajos que va de los dos meses a un par de años.
Sobre la naturaleza del misionero, lo que le mueve a dar el salto, Martín Clemens hace una precisión: “No es un activista, es un hombre de fe”, porque el misionero “primeramente va a entregar la vida, y la entrega en nombre de Jesucristo”.