Cuando los 13 thangkas tibetanos de la Fundación Rodríguez-Acosta llegaron a las instalaciones Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) hace dos años, las restauradoras Lourdes Fernández y Carmen Ángel ya habían rastreado toda la bibliografía publicada sobre este tipo de artesanía, pero ninguno de esos documentos daba una idea de la diversidad y la riqueza de los tejidos que han encontrado.
Los thangkas son piezas conocidas que se exhiben en grandes museos como el Metropolitan de Nueva York o el British Museum de Londres, pero no disponen de unos fondos tan variados y completos como la institución granadina, que conservan en buen estado tanto las pinturas y bordados como las telas que las enmarcan. Y en esa variedad textil, las expertas han encontrado un tipo de tejido poco común que lleva décadas en desuso. Se trata del lampás, que contiene, además de las tramas de seda, otras de fibras papeleras con acabado metalizado.
Todo ello da muestra de la destreza de los talleres tibetanos y el nivel de detalle con el que trabajaban. También de la importancia que daban a estas obras, que muestran una escena principal de Buda o de otras deidades y rodeada de un marco textil. La función que tienen es doble, por un lado estética y por el otro, divulgativa. De hecho, los thangkas de la Fundación Rodríguez-Acosta, datados entre los siglos XVII y XIX, conservan las marcas de haber sido enrollados para su transporte.
Esta es la primera vez que los talleres del IAPH asumen un encargo de este tipo. “Para nosotros son piezas excepcionales que nos han aportado muchísima información”, reconoce Carmen Ángel, que acaba de cumplir treinta años en este centro de restauración, dependiente de la Consejería de Cultura y Deporte. La riqueza textil es lo que más le ha llamado la atención de esta colección en la que ha encontrado rasos, sargas y tafetanes, además del lampás, un material que se dejó de usar a finales del XIX en Oriente. Eso ha sido toda una sorpresa, pero se ha podido analizar a fondo y documentarlo.
“Son tejidos muy delicados con muchos hilos, lo que habla de la precisión y la delicadeza con la que trabajaban los artesanos”, asegura. Luego está la gran cantidad de detalles de las pinturas y bordados. Después de dos años trabajando a diario en las piezas, todavía se sorprenden al encontrar nuevos elementos, admite Lourdes Fernández, otra de las restauradoras de este proyecto. “Son composiciones muy ricas con una técnica depuradísima. Salta a la vista que todo, desde la fabricación de las telas hasta la decoración, está muy estudiado y se ha hecho con mucha minuciosidad”.
“La pintura y el bordado de las escenas centrales apenas se han tratado y se han limpiado sutilmente con idea de conservar las marcas de uso“, aclara. Así pueden seguir contando la historia que tienen detrás. Estos thangkas fueron de los primeros que salieron del Tíbet a principios del siglo XX de la mano del coleccionista José María Rodríguez-Acosta (1878-1941). En aquella época se convirtieron en objeto de deseo por la calidad y el exotismo de sus diseños.
Resultado de la intervención de los thangkas que ha realizado el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico.
Para el análisis y el estudio se han utilizado, entre otras, técnicas no invasivas, lo que ha permitido que se puedan llevar a cabo sin necesidad de tomar muestras de las piezas. Esta experta, también veterana en el taller, explica que han sido tres las técnicas: la Fluorescencia de Rayos X (XRF), Difracción de Rayos X (XRD) y Espectroscopia Infrarroja por Transformada de Fourier mediante reflectancia total atenuada (ATR-FTIR).
“Ha sido un trabajo multidisciplinar que ha considerado a cada uno de los thangkas como una obra independiente y única para diseñar el plan de restauración que necesita. Con este criterio se han tratado problemas de lagunas, pérdidas de material, roturas, deformaciones, arrugas o abolsamientos, alteraciones cromáticas, manchas de humedad y otras de diversa procedencia”.
El reto que ha asumido el taller de tejidos del IAPH con este encargo ha sido mayúsculo y ha obligado a cambiar las dinámicas de trabajo para adaptarlas a las necesidades de las obras, pero la flexibilidad es una máxima en este equipo. Por las manos de los técnicos han pasado en los últimos años bienes como las sargas de Bacarisas, perteneciente al Alcázar de Sevilla, o los efebos de Pedro Abad, que ya se encuentran en el Museo Arqueológico de Córdoba.
La colección de thangkas de la Fundación Rodríguez-Acosta se expone en el Claustro de Legos del Monasterio de la Cartuja hasta el 15 de diciembre, en horario de martes a viernes de 10 a 13 y de 17 a 20 horas, los sábados de 11 a 14 y de 17 a 20 horas, y los domingos y festivos de 11 a 14 horas (lunes cerrado).
Dos restauradoras trabajan sobre uno de los thangkas de la Fundación Rodríguez-Acosta en el proceso de conservación al que se han sometido.